sábado, 9 de noviembre de 2013

Casa Curutchet, de Le Corbusier.


 En esta ocasión la afortunada en contar con esta escenografía es El hombre de al lado, una película argentina del 2009.

La película narra un conflicto entre vecinos que parece no tener fin.
 Una simple pared medianera puede dividir dos mundos, dos maneras de vestir, de comer, de vivir. 
De un lado Leonardo (Rafael Spregelburd), fino y prestigioso diseñador que vive en una casa realizada por Le Corbusier.
 Del otro lado Víctor (Daniel Aráoz), vendedor de coches usados, vulgar, rústico y avasallador. 
Víctor decide hacer una ventana para tener más luz, y ahí empieza el problema: cada uno toma conciencia de la existencia del otro.



Esta casa es la única construida por el arquitecto en Sudamérica, está en La Plata, Argentina.






En cuanto a la historia de su diseño,en 1948, el cirujano e inventor de instrumental quirúrgico Pedro Domingo Curutchet, se decidió volver a afincarse en La Plata, y le encargó los planos de una casa a Le Corbusier, quien buscaba concretar el plan urbano que había diseñado para Buenos Aires. La casa es actualmente sede del Colegio de Arquitectos de la Plata.

El arquitecto proyectó la vivienda en un terreno de solo 180 m², entre medianeras, sin dejar de tener en cuenta el entorno de la ciudad y la cercanía de su bosque.

La construcción constituye un curioso y logrado ejemplo desde el punto de vista plástico de adaptación de los principios característicos de la arquitectura doméstica de Le Corbusier.

Tuvo en cuenta las particularidades del contexto urbano de una ciudad argentina:
1) La construcción de una vivienda unifamiliar en un terreno de dimensiones limitadas entre medianeras, circunstancia inédita en la producción anterior del autor, lo que determina una vivienda de una sola fachada.
2) El hecho de que como consecuencia de la estructuración urbana de la ciudad de La Plata según avenidas diagonales, el eje longitudinal del terreno tenga una inclinación cercana a los 45° con respecto a la línea municipal.









Le Corbusier, enfrentado a estos dos hechos, respondió a ellos con notable destreza, derivando de dicha respuesta su partido. Este consiste efectivamente en dividir el programa en dos bloques.

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